Después de dos años parado desde mi último vuelo —por motivos familiares, el nacimiento de mi primer hijo y otras metas personales— volví a alzar vuelo justamente en la rampa donde todo comenzó. Fue mágico. Más de dos horas de térmica, explorando cada detalle de mi nueva ala, que tuve el placer de experimentar en vuelo por primera vez. Todo salió muy bien.

Algunos aprendizajes fueron muy interesantes. El primero: ¡necesito urgentemente un soporte para los instrumentos —todos se apagaron durante el vuelo, jaja! El segundo: ¡reaprender a aterrizar y hacer mejores elecciones de área de aterrizaje! Cometí un pequeño error al no dosificar correctamente la velocidad final, dejando el ala un poco “blanda” (sin sustentación), pero logré aterrizar con seguridad. ¡Otro día de aprendizaje y reflexión: practicar y mejorar siempre!

Otro desliz fue elegir una área de aterrizaje llena de plantitas irritantes, conocidas en el sertão como “carrapicho” —una mala hierba repleta de espinas que se adhieren a la ropa y te hacen querer tirar lo que llevas puesto, jaja...

Fueron casi 12 horas dedicadas al vuelo, con 2 horas [de las cuales mi vario descargó y solo marcó 59 min jaja] en el aire y una gran sonrisa en el rostro. Como diría mi profesor y sabio: “¡Es un deporte para los un poco locos!”

¡Que vengan otros buenos momentos!